Hoy os traigo una historia “Cuento para Hugo” que es pura ternura. Viene de la mano de una mujer dulce y poderosa al mismo tiempo. Una mamá que sabe ADMIRAR a su hijo, diciéndole así que existe, que él es importante. Una mamá que no sólo es un referente profesional para nosotras, sino que tuvimos la gran suerte de tenerla en uno de nuestros cursos viviendo la experiencia “AEIOU”.
Ad-mirar que no solo ver, porque cuando mira a Hugo lo hace único para ella y así él se sabe único también.
Nuestra MIRADA les construye su mundo, interpreta lo que ven a su alrededor, lo que perciben, lo que sienten, lo que son… Nuestros hijos, al menos cuando son pequeños nos admiran… Hagamos lo posible para ser merecedores de este gran regalo.
¡Gracias Georgina por querer compartirlo con AEIOU!
CUENTO PARA HUGO
En la quietud de la sombra donde la vida empieza, se está gestando un gran ser. Un ser que lleva la marca del deseo de vivir, la alegría de celebrar cada minuto de su existencia, la sensibilidad en la piel de todo lo que ocurre a su alrededor y el impulso de expresarse sin límites.
Ese maravilloso y luminoso ser es Hugo, un niño que hoy ya tiene 6 años y que la aventura de su vida no hace más que empezar. De sonrisa clara, abierta y resonante. De mirada tierna, luminosa y radiante. De pelo salvaje con personalidad propia y un cuerpo sólido en puro movimiento. Ese es Hugo.
Hugo provoca risa, ternura, transmite energía allí donde vaya y deja gotitas de grandes recuerdos en los seres que toman contacto con él.
A veces se mueve como un tornado y otras tiene la delicadeza de un susurro o una caricia tierna.
Viaja a mundos de fantasía y crea historias mágicas que plasma en sus dibujos, naves y cuentos.
A Hugo le gusta la naturaleza y su curiosidad tan inagotable como desprejuiciada le lleva a adentrarse en su mundo para conocer todos sus secretos con la libertad de aquellos que no conocen los límites.
A Hugo le brillan los ojos con muchas cosas, especialmente cuando conecta con animales, insectos, plantas… en realidad conecta hasta con las piedras.
Así es como un día conoció a Alex, estiloso, fino, de mirada dulce, alto y grande. Fue amor a primera vista.
Estaba tumbado al lado de su amo y se levantó suavemente a observar. Se miraron y, en silencio, en un leguaje único y secreto, que solo ellos conocen, se sonrieron, se vieron por dentro y se aceptaron.
Hugo caminó suavemente hacia él, como sabe hacer cuando quiere hacer algo por otro como hacerlo sentir en confianza. Yo le he visto hacer eso en otras ocasiones; por otro niño para ayudarle a salir de su timidez, por su hermano cuando quiere hacerle saber que le entiende lo que le pasa, incluso por mí alguna vez.
No sé qué vio en Alex para querer regalarle ese espacio de su corazón, fue instantáneo. Quizás fue que simplemente se sintió aceptado.
Con su mano de niño que empieza a dejar una etapa y empezar otra, fuerte y suave, pequeña y grande, que empieza a tener una forma más definida, le acarició el lomo pidiéndole permiso para sentarse a su lado y mostrándose tal cual es, a corazón abierto.
La conexión entre los dos fue instantánea, ambos sabían que podían confiar el uno en el otro. Alex se puso de pie al lado de Hugo y comenzó a seguirle. Se buscaban, se miraban y sin nada más empezaron a jugar como si se conocieran de otra vida.
Cada uno sabía lo que el otro necesitaba o quería, todo fluía con naturalidad y facilidad. Los dos habían creado un vínculo que los unía para siempre.
Ese mismo día, cuando llegó el momento de despedirse, Alex se pegó a Hugo y apoyó su lomo sobre él como un gesto de amistad, de estar anclados.
Hugo lloró intensamente, sintió la tristeza de la despedida. Ninguno de los dos quería que ese momento terminara.
Hugo descubrió ese día que había alguien en el mundo que le importaba mucho, a quien quería cuidar y dar su amor incondicional. Se sentía capaz de cuidar de otro, se sentía importante para otro, se sentía aceptado y necesitado, sentía que todo lo que hacía tenía un sentido para alguien más que él mismo; y que ese ser lo esperaba, no lo juzgaba, lo quería tal cual es.
Hugo aprendió que le importa mucho que le quieran y que cuando da su amor recibe más a cambio, porque el amor se amplifica.
Ese día yo también aprendí mucho sobre Hugo, y pude verlo con otros ojos. Ese día me sentí más cerca de él.
Porque la tristeza tiene ese gran poder, el poder de mostrarnos lo que es importante, lo que es valioso y tememos perder, nos conecta con nuestra necesidad de los otros y con nuestra propia vulnerabilidad revelada en la necesidad de ser amados y de amar.
La tristeza es la emoción que más nos enseña sobre nosotros mismos porque nos lleva hacia adentro para bucear y descubrir nuestros verdaderos tesoros.
Georgina Mena (cuento para su hijo, Hugo)
Artículo de Andrea Zambrano de Educar es Emocionar, si quieres aprender más no dejes de ver nuestros cursos online