Las emociones difíciles también son bienvenidas: un enfoque desde el Mindfulness
Sabemos que todas las emociones son necesarias, clasificarlas en positivas y negativas además de ser un enfoque limitante hace que veamos algunas de ellas con recelo. Y sobre todo con miedo. Porque ninguno queremos que nos sucedan cosas negativas, no queremos pasarlo mal. La perspectiva Mindfulness abre el foco y reconoce todo nuestro estado emocional como un gran abanico necesario para navegar con éxito por la vida. No vamos a negar que hay emociones placenteras y displacenteras, que nos gusta más sentir alegría que tristeza, pero todas constituyen nuestra brújula vital y son necesarias para llevar el barco a buen puerto.
Hay emociones más difíciles como la tristeza, la ira o el miedo, y son difíciles en parte porque no son tan agradables pero sobre todo, porque no nos han enseñado a manejarlas. Cuando comenzamos a percibir dentro de nosotros el brote de alguna de ellas nuestra reacción habitual es la lucha, resistirnos, tenemos miedo de que nos engulla y tome el mando. Así que ya no solo tenemos nuestra primero emoción sino que además tenemos el miedo, y también puede que hayamos aprendido que ciertas emociones no son adecuadas, por lo que podemos añadir la culpa. Así que de un pequeño malestar interno hemos pasado a quedarnos paralizados por el miedo y castigándonos con la culpa. Toda una empanada emocional que hemos cocinado nosotros solitos.
El enfoque Mindfulness propone algo mucho más amable. Observar y aceptar. Lo que se siente está bien. Y además cada emoción nos trae un mensaje importante. Nos da información sobre cómo me estoy relacionando con el entorno y conmigo mismo. Son buenas mensajeras. Si somos capaces de recibir el mensaje y dejarla marchar la emoción igual que ha llegado se irá. Un ejemplo que ayuda mucho a los niños a entender la transitoriedad de las emociones es compararlo con el tiempo. A veces llueve y parece que nunca dejará de hacerlo, pero siempre sale después el sol. A veces hace frío y luego calor, nieva, sale el arcoíris, hay viento, luego calma. Nuestro estado emocional es un parte meteorológico interno que va cambiando igual que ocurre en el cielo. Pararse a observar la lluvia nos permitirá disfrutar después de un maravilloso arcoíris.
Os dejamos un ejercicio que podéis trabajar con los niños. En Mindfulness hay un acrónimo que se utiliza para ayudarnos a procesar las emociones: RAIN (lluvia, nos dejamos mojar por la lluvia). Lo aplicamos del siguiente modo:
Reconocer: ayudamos al niño a reconocer lo que le sucede, qué emoción está surgiendo: “Estoy enfadado, triste, asustado, nervioso…”
Aceptamos: le decimos que puede aceptar lo que le pasa sin rechazarlo o negarlo.
Investigar: identificamos dónde está alojada la emoción en el cuerpo. Le pedimos que cierre los ojos e investigue qué parte del cuerpo le está hablando, si le duele la tripa o la cabeza, si tiene calor…
No apegarse: ahora el niño puede poner un color a la emoción o visualizarla, esto le ayuda a no identificarse con ella. La emoción ya ha tenido su espacio, ha dado su mensaje y ahora la dejamos ir. Seguimos respirando y observamos cómo se va diluyendo.
Ahora es el momento de ver si necesitamos tomar una acción después de haber escuchado lo que nos quería decir. Quizás podría buscar a alguien para hablar de lo que me sucede, o bien me he sentido herido por lo que me ha dicho un amigo y quiero decírselo para que no vuelva a suceder o puede que tenga que hacer ejercicio para descargar esta ira que ya he sido capaz de reconocer.
El Minfulness enseña a los niños a vivir despiertos y tomar decisiones de forma consciente. Se está integrando en el mundo de la educación con resultados excelentes para el bienestar personal y la mejora de la convivencia. Los niños desarrollan valores como la cooperación, la empatía y la compasión.
Si quieres emprender este viaje con nosotros hacía una educación más consciente y feliz puedes apuntarte a nuestro curso “Mindfulness para niños: educando con consciencia” .
Elena Muñoz . Tutora del Curso Mindfulness para Niños