Puede ocurrir que después de realizado el planteamiento de una actuación hacia una persona usuaria, esta lo rechace. A partir de ahí nos podemos hacer algunas preguntas: ¿Qué hacer entonces? ¿Cómo hemos llegado a este punto ¿Cómo evitarlo?
La misma ACP propone algunas pistas. En primer lugar, se busca conocer bien a la persona, para eso, no solo se hace una buena valoración a partir de la cual contamos con muchos datos, sino que también conocemos su historia de vida, su entorno, conocemos sus intereses y motivaciones, su proyecto de vida, es ahí donde estriba en gran medida la importancia del profesional de referencia, en conocer bien a la persona y mantener una comunicación fluida con el equipo para dar continuidad a todas las intervenciones.
Valorar a la persona implica la intención de hacer algo con esa información, ese algo es un plan atención y vida, que está basado en las competencias, necesidades y proyecto de vida de la persona, desde las necesidades propias de la persona y los planteamientos de necesidades y recomendaciones planteadas por los técnicos.
Si se logra una buena combinación entre ambos, una buena comprensión de la persona, en principio, no debería haber un rechazo del plan de atención y vida o de alguna de sus intervenciones, porque además, la persona participa de manera integrada en el.
Es decir, si se conoce bien a la persona y su entorno, su historia de vida, su necesidades de apoyo, su proyecto de vida, si el equipo está unido, es capaz de integrar bien toda esa información y hacer un planteamiento singular centrado en la persona, la intervención tendrá menos posibilidades de ser rechazada.
Para que el modelo tenga éxito, es necesario, que los profesionales conozcan la Atención Centrada en la Persona y estén comprometidos con el modelo, pero también es necesario que estén bien formados, ya no solo en lo que se venía considerando competencias clásicas de su profesión, sino en otros muchos aspectos para apoyar las distintas intervenciones que se realizarán en la persona