En la actualidad uno de los principales problemas dentro de nuestras aulas son los problemas de conducta en niños y adolescentes. Cuando hablamos de conductas disruptivas nos referimos a las conductas inapropiadas que perjudican el buen funcionamiento del aula, referidas a las tareas, relaciones con los compañeros, al cumplimiento de las normas de clase o a la falta de respeto al profesor. Niños que no dejan hablar, ofenden a los demás, tienen comportamientos agresivos o desmesurados, pierden el control con facilidad, muestran y verbalizan una actitud negativa frente al trabajo, negando cooperación y llamando la atención o provocando cuando puede y quiere.
Estas conductas son un desajuste en el desarrollo evolutivo del niño ya que impiden crear y mantener relaciones sociales saludables con sus iguales y con los adultos. Debemos tener presente que detrás de una conducta inapropiada suele haber factores psicológicos que la desencadenan: sentimientos de abandono, frustración, baja autoestima, falta de establecimiento de normas en el núcleo familiar… Estas respuestas son tácticas adquiridas o aprendidas para provocar al adulto y llamar la atención.
El comportamiento disruptivo es común en la infancia, pero en algunos casos, debido a su frecuencia y persistencia en el tiempo se convierte en un problema. Generalmente, estas conductas se producen tanto en el hogar, como en la escuela.
Para poder establecer unas pautas de actuación ante las conductas sería bueno que el profesorado realice un registro de las conductas. Este nos dará muchas pistas sobre cómo podemos ayudar en el problema.
Registro colegio:
Día
Clase/profesor
Qué estaba haciendo
Descripción de la conducta
Quién/qué ha desencadenado la situación
Qué se hace (consecuencia)
Registro familia:
Día
Hora
¿Qué ocurre?
Situación
¿Qué hago o digo?
¿Cuánto dura el problema? (minutos)
¿Qué intensidad tiene? ( del 1-10)
No existen formulas “mágicas” y en muchas ocasiones lo que vale y funciona muy bien para unos, no genera tanta repercusión en otros. Sin embargo, como profesionales de la educación si podemos seguir una serie de pautas que ayudarán a relajar el ambiente y reducir los episodios de estas conductas:
Lo primero y más importante, es intentar que no nos afecte en el comportamiento para con ellos. Teniendo y actuando siempre la misma respuesta sin que interfiera nuestro estado de ánimo, ya que si notan que actuamos de forma diferente con ellos o que nos molesta, los episodios aumentarán en vez de disminuir.
Aplicar un manual de convivencia entre todos los alumnos, que quede visible a la vista de todos (carteles, murales…), donde queden bien establecidas unas normas claras y explícitas de conducta. Es necesario que los alumnos intervengan en este proceso, ya que de este modo lo verán como objetivos a alcanzar y no cómo normas impuestas. Dejar claro las consecuencias antes de aplicarlas
Fomentar la reflexión grupal, plantear soluciones a distintas dinámicas del aula, es un modo de enseñar a los alumnos a que solucionen sus problemas.
Autocontrol de adulto: Entender que las conductas intentan provocar enfado en los demás, por tanto, no dejarnos manipular, no entres en discusiones, mantén la calma y no levantes el tono de voz. Trata de hablar suave, no demasiado cerca y nunca reteniendo o agarrando. Si no subes el tono de voz, fomentará que el alumno no haga. Podemos ser contundentes sin sonar de forma agresiva. Es recomendable que el niño perciba seguridad en el adulto que le impone las medidas correctoras con un tono firme pero no amenazante.
Evitar que capte y se lleve toda nuestra atención ya que sino estas conductas aumentarán. Recordar al inicio o final de la clase que esa conducta es indeseable. Si obstaculiza mucho el desarrollo de la clase se puede usar la técnica del “Time Out” (tiempo fuera)
Cuando ocurra o se desencadene una conducta agresiva, hay que responder, pero no reaccionar de forma desproporcionada. Es bueno aislarlo para que no tenga público. Cuando se haya calmado, hablar con el alumno/a se debe mantener contacto visual, evitar entrar en su juego o en argumentaciones, el profesor es la figura de autoridad, eso no es discutible, no debes tratar de quedar por encima, ni humillar, ni entrar en discusiones. Dejar claro que buscamos, cuales son las normas y las consecuencias de incumplirlas.
Evitar situaciones que puedan generar o provocar la disrupción sin pretenderlo. Esto será más fácil de hacer si tenemos un registro previo como el que se plantea arriba.
Ejercer de modelo: Reconocer cómo nosotros también cometemos errores. Pedir disculpas si es necesario. Ellos aprenderán el modelo que les ofrecemos.
No prestar atención a faltas leves.
Podemos reducir las conductas disruptivas verbalizando expectativas positivas. Marcar lo que esperamos de ellos ayuda mucho. Usar además el refuerzo positivo
Con los más pequeños la economía de fichas resulta una técnica muy eficaz.
Crea clases dinámicas, donde haya muchos cambios de actividad, donde las tareas y actividades estén graduadas al nivel de dificultad. Ten un acercamiento al alumno conflictivo y utiliza el humor. Esto generará un ambiente más distendido dentro del aula.
Recuerda que lo más importante es nuestro autocontrol. Somos los adultos y si el educador o maestro pierde los nervios, esto puede agravar el episodio. Estas situaciones son muy complicadas de gestionar. Por ello, la mejor fórmula y solución es la práctica diaria sumada a la reflexión profunda sobre nuestra acción. Cuando nos enfrentemos a una de estas situaciones, debemos intentar aprender de ellas, analizándolas, pensando en lo que funcionó y analizando lo que no lo hizo.
Si a pesar de aunar pautas y formas de actuación, las conductas disruptivas siguen siendo intensas y perduran en el tiempo, es recomendable acudir a un experto que pueda pautarnos y trabajar directamente con el alumno. Estas terapias se centran en entrenar a los padres, profesores y alumno en habilidades de control del comportamiento mediante estrategias de modificación de conducta.
Artículo de Cristina Martínez Carrero. Psicopedagoga y Maestra de Audición y lenguaje cuya trayectoria profesional ha estado orientada al diagnóstico e intervención de dificultades de aprendizaje en sentido amplio. Directora y coordinadora de D-letras.
En la actualidad uno de los principales problemas dentro de nuestras aulas son los problemas de conducta en niños y adolescentes. Cuando hablamos de conductas disruptivas nos referimos a las conductas inapropiadas que perjudican el buen funcionamiento del aula, referidas a las tareas, relaciones con los compañeros, al cumplimiento de las normas de clase o a la falta de respeto al profesor. Niños que no dejan hablar, ofenden a los demás, tienen comportamientos agresivos o desmesurados, pierden el control con facilidad, muestran y verbalizan una actitud negativa frente al trabajo, negando cooperación y llamando la atención o provocando cuando puede y quiere.
Estas conductas son un desajuste en el desarrollo evolutivo del niño ya que impiden crear y mantener relaciones sociales saludables con sus iguales y con los adultos. Debemos tener presente que detrás de una conducta inapropiada suele haber factores psicológicos que la desencadenan: sentimientos de abandono, frustración, baja autoestima, falta de establecimiento de normas en el núcleo familiar… Estas respuestas son tácticas adquiridas o aprendidas para provocar al adulto y llamar la atención.
El comportamiento disruptivo es común en la infancia, pero en algunos casos, debido a su frecuencia y persistencia en el tiempo se convierte en un problema. Generalmente, estas conductas se producen tanto en el hogar, como en la escuela.
Para poder establecer unas pautas de actuación ante las conductas sería bueno que el profesorado realice un registro de las conductas. Este nos dará muchas pistas sobre cómo podemos ayudar en el problema.
Registro colegio:
Día
Clase/profesor
Qué estaba haciendo
Descripción de la conducta
Quién/qué ha desencadenado la situación
Qué se hace (consecuencia)
Registro familia:
Día
Hora
¿Qué ocurre?
Situación
¿Qué hago o digo?
¿Cuánto dura el problema? (minutos)
¿Qué intensidad tiene? ( del 1-10)
No existen formulas “mágicas” y en muchas ocasiones lo que vale y funciona muy bien para unos, no genera tanta repercusión en otros. Sin embargo, como profesionales de la educación si podemos seguir una serie de pautas que ayudarán a relajar el ambiente y reducir los episodios de estas conductas:
Lo primero y más importante, es intentar que no nos afecte en el comportamiento para con ellos. Teniendo y actuando siempre la misma respuesta sin que interfiera nuestro estado de ánimo, ya que si notan que actuamos de forma diferente con ellos o que nos molesta, los episodios aumentarán en vez de disminuir.
Aplicar un manual de convivencia entre todos los alumnos, que quede visible a la vista de todos (carteles, murales…), donde queden bien establecidas unas normas claras y explícitas de conducta. Es necesario que los alumnos intervengan en este proceso, ya que de este modo lo verán como objetivos a alcanzar y no cómo normas impuestas. Dejar claro las consecuencias antes de aplicarlas
Fomentar la reflexión grupal, plantear soluciones a distintas dinámicas del aula, es un modo de enseñar a los alumnos a que solucionen sus problemas.
Autocontrol de adulto: Entender que las conductas intentan provocar enfado en los demás, por tanto, no dejarnos manipular, no entres en discusiones, mantén la calma y no levantes el tono de voz. Trata de hablar suave, no demasiado cerca y nunca reteniendo o agarrando. Si no subes el tono de voz, fomentará que el alumno no haga. Podemos ser contundentes sin sonar de forma agresiva. Es recomendable que el niño perciba seguridad en el adulto que le impone las medidas correctoras con un tono firme pero no amenazante.
Evitar que capte y se lleve toda nuestra atención ya que sino estas conductas aumentarán. Recordar al inicio o final de la clase que esa conducta es indeseable. Si obstaculiza mucho el desarrollo de la clase se puede usar la técnica del “Time Out” (tiempo fuera)
Cuando ocurra o se desencadene una conducta agresiva, hay que responder, pero no reaccionar de forma desproporcionada. Es bueno aislarlo para que no tenga público. Cuando se haya calmado, hablar con el alumno/a se debe mantener contacto visual, evitar entrar en su juego o en argumentaciones, el profesor es la figura de autoridad, eso no es discutible, no debes tratar de quedar por encima, ni humillar, ni entrar en discusiones. Dejar claro que buscamos, cuales son las normas y las consecuencias de incumplirlas.
Evitar situaciones que puedan generar o provocar la disrupción sin pretenderlo. Esto será más fácil de hacer si tenemos un registro previo como el que se plantea arriba.
Ejercer de modelo: Reconocer cómo nosotros también cometemos errores. Pedir disculpas si es necesario. Ellos aprenderán el modelo que les ofrecemos.
No prestar atención a faltas leves.
Podemos reducir las conductas disruptivas verbalizando expectativas positivas. Marcar lo que esperamos de ellos ayuda mucho. Usar además el refuerzo positivo
Con los más pequeños la economía de fichas resulta una técnica muy eficaz.
Crea clases dinámicas, donde haya muchos cambios de actividad, donde las tareas y actividades estén graduadas al nivel de dificultad. Ten un acercamiento al alumno conflictivo y utiliza el humor. Esto generará un ambiente más distendido dentro del aula.
Recuerda que lo más importante es nuestro autocontrol. Somos los adultos y si el educador o maestro pierde los nervios, esto puede agravar el episodio. Estas situaciones son muy complicadas de gestionar. Por ello, la mejor fórmula y solución es la práctica diaria sumada a la reflexión profunda sobre nuestra acción. Cuando nos enfrentemos a una de estas situaciones, debemos intentar aprender de ellas, analizándolas, pensando en lo que funcionó y analizando lo que no lo hizo.
Si a pesar de aunar pautas y formas de actuación, las conductas disruptivas siguen siendo intensas y perduran en el tiempo, es recomendable acudir a un experto que pueda pautarnos y trabajar directamente con el alumno. Estas terapias se centran en entrenar a los padres, profesores y alumno en habilidades de control del comportamiento mediante estrategias de modificación de conducta.
Artículo de Cristina Martínez Carrero. Psicopedagoga y Maestra de Audición y lenguaje cuya trayectoria profesional ha estado orientada al diagnóstico e intervención de dificultades de aprendizaje en sentido amplio. Directora y coordinadora de D-letras.