De niños formamos (o deformamos) nuestro autoconcepto con todo aquello que nos dicen nuestros padres que son nuestros principales referentes (convirtiéndose en nuestra voz interior). Ahora bien, precisando un poquito más nos daremos cuenta que tan importante es lo que decimos a nuestros hijos como lo que no les decimos y cómo se lo decimos. Siempre hay comunicación, no podemos no comunicar, así que las miradas, los gestos y qué hacemos es tanto o más importante que aquello que les decimos.
Tu hijo necesita conocerse y para ello es importante que tú le muestres quien es. Sólo así podrá ponerse en valor, aprender qué necesita y saber expresarlo (efectivamente, la autoestima tiene mucho que ver con identificar las propias necesidades). Es importante que se conozca, que se ame como es y sepa poner límites cuando es necesario. Esto es lo que entendemos por una buena autoestima.
No aprendemos a amar lo que somos si antes nadie nos ha mirado y mostrado lo que hay digno de amor en nosotros. Así aprendemos también a mirarnos a nosotros mismos, a conocernos, a ponernos en valor y a darnos a los demás con todas nuestras limitaciones e imperfecciones (que están allí y que hemos de aprender a aceptar).
Uno de los mayores regalos que podemos hacer a nuestros hijos es enseñarles que tienen una gran capacidad de mejora a través del esfuerzo y la constancia. Obviamente, los niños aprenden haciendo y si queremos que sean autónomos es vital que se crean capaces.
Educar es uno de los proyectos más difíciles y gratificantes que existen. Es frustrante en muchas ocasiones, duele y cansa en otras pero siempre vale la pena. Poder transmitirles que con constancia (un poquito cada día) hay una capacidad de mejora no tiene precio. Es la clave para todo lo demás. Al principio claro está con cosas pequeñas, poco a poco y adecuadas a su edad podemos enviarles este mensaje tan potente para que ganen en autoconfianza y autonomía.
El aprendizaje propio de todo aquello que pueden hacer por si solos es básico para que en el futuro adquieran las habilidades sociales necesarias para desenvolverse entre sus iguales. Recordemos que cuando hacemos por otro algo que puede hacer por si mismo, no lo estamos ayudando (le estamos diciendo que no lo vemos capaz, que no confiamos, que no creemos en él/ella). Esto a las mamás nos cuesta mucho pero es importante tenerlo muy en cuenta para no caer en la sobreprotección. Preparar su merienda, la mochila del cole, su higiene personal… Con mucha paciencia hay que ir dejándoles margen para que vayan responsabilizándose (la autonomía y la responsabilidad no aparece por generación espontánea el día que cumplen los 18, hay que empezar a trabajarlas desde pequeñitos). Ya sé que nosotras vamos más deprisa, ya sé que como adultos lo hacemos mejor, sin embargo ellos han de aprender y se trata de que cada día lo hagan mejor ¡aprenden haciendo! ¿Cuántas veces olvidamos esto? ¡Cómo nos cuesta soltarles la mano!
La mayoría de los niños funcionan bien con rutinas. En primer lugar, decidiremos aquello que vamos a exigirle, evitando pensamientos “prefiero hacerlo yo porque acabo antes” (porque aparecerán por tu cabeza seguro, así que los apartas), explicando muy claramente qué es lo que queremos y esperamos de ellos (que sea adecuado a su edad). En segundo lugar, si queremos que adquiera un hábito es importante que lo hagamos todos los días, no vale un día si y otro dos no o solo lo haces cuando está papá y no con mamá. Dándoles seguridad: “a partir de hoy vas a lavarte el pelo tu solita, ya verás lo bien que lo vas a hacer”, “primero hay que mojarse la cabeza, después el champú, pongo un poco en la mano, así… cuidado con los ojos, así, muy bien…” Asegurando que comprende las instrucciones y teniendo en cuenta que ¡Vamos a tener que repetirlo en muchas ocasiones! No pasa nada, se les olvida. Todos necesitamos paciencia y que nos recuerden los pasos cuando hacemos algo las primeras veces hasta que las integramos y hacemos el aprendizaje. Podemos pedirle que lo repita y así vemos que lo entiende y supervisamos sin presión cómo lo hace. Nadie aprende algo de entrada, es preciso práctica. ¡Practicar, practicar y practicar! Reconocer los avances e ir disminuyendo la ayuda, diciéndole aquello que puede mejorar.
¡Recuerda que las miradas y la expresión de la cara hablan por si solas! Para este ejercicio es importante que identifiquemos todas aquellas creencias limitantes que nos quitan energía para este propósito; es pequeño y no sabe defenderse, creer que todo es tu responsabilidad, mi tarea como padre/madre es evitar que se equivoque, si se equivoca no está a la altura, un buen padre/madre no deja que su hijo sufra… ¡Si! ¡hay un montón! y se nos aparecen por la cabeza continuamente, a veces de una manera muy sutil, por eso es importante identificarlas para poder cambiarlas por otras que nos ayuden más a toda la familia. Verle más grande de lo que es ahora,
creer (y sentir) que es capaz, darle permiso para que se equivoque, permitir que se sienta triste, frustrado, enfadado…
Artículo de Mª Àngels Jové de Educar es Emocionar, si quieres aprender más no dejes de ver nuestros cursos online