“Solo se puede ver con el corazón; lo esencial permanece invisible a los ojos.”
Antoine de Saint-Exupèry
Si queremos mejorar nuestra Inteligencia Emocional, lo primero y más sencillo que tendremos que hacer, es aprender a poner nombre a lo que sentimos. Para ello podemos desglosar cada emoción en tres elementos: lo que estoy sintiendo físicamente, lo que estoy pensando y lo que estoyhaciendo o con ganas de hacer. Cuando me siento confuso o confusa ante mis emociones, me será útil poner atención por separado a cada uno de estos tres elementos para ser capaz de poner la etiqueta correcta a lo que estoy sintiendo.
“No puede vivir sin el temor que es la causa de su temor.” Epicuro
Sintiendo: aumento del ritmo cardíaco y respiratorio, aumento de la sudoración, sequedad de boca, temblor, paro de la digestión (ganas de vomitar, de defecar o de orinar), tensión, etc.
Pensando: “tengo miedo a…”, “tengo miedo de…”, “me asusta…”, “no puedo enfrentarme a…”, “no soy capaz de…”, “no las tengo todas conmigo”, “no tengo valor”, “no estoy preparado/a”, etc. También es muy común intentar no pensar en lo que me da miedo y/o rumiar con argumentos lógicos con la pretensión de que el miedo disminuya.
Haciendo (o con ganas de hacer): huir, evitar, salir corriendo, gritar, quedarme paralizado, conductas que me hagan evitar sentir el miedo (beber, automedicarme,…), etc. Se siente mucha urgencia por llevarlas a cabo.
“Los privilegios de la ira son: no creer a los amigos, ser súbito en los hechos, tener encendidas las mejillas, aprovecharse presto de las manos, tener desenfrenada la lengua, decir a cada palabra una malicia, enojarse de pequeña ocasión y no admitir ninguna razón”. Plutarco
Sintiendo: aumento de la fuerza física y la energía, tensión muscular. Aumento del ritmo cardíaco y respiratorio, sensación alterada de la visión, etc.
Pensando: “me ha engañado”, “ellos tienen la culpa y quiero que se sientan culpables por ello”, “me las va a pagar”, “esto es injusto”, “alguien intenta sacarme ventaja”, “lo ha hecho con mala intención”, etc. Todo esto aderezado por todas las palabras malsonantes que podamos imaginar. Pensamiento confuso y con poca perspectiva.
Haciendo: Agredir física o verbalmente (gritar, pegar, insultar, morder, amenazar, negar o quitar algún beneficio, etc.). Agredir de manera indirecta diciéndoselo a terceras personas para que sean ellas las que adopten las medidas agresivas. Dañar algo importante del otro. Agredir de manera desplazada contra objetos u otras personas no involucradas. Las agresiones también pueden ir dirigidas hacia uno mismo. Todo esto se hace o se tiene ganas de hacer con mucha urgencia.
Sintiendo: pesadez, poca fuerza física, lentitud, cansancio, ahogo, etc.
Pensando: “No estoy bien”, “¿Por qué nunca salen las cosas como yo quiero?”, “Nadie me comprende”, “He decepcionado a algunas personas”, “Soy muy débil”, “Mi vida no va como yo quisiera”, “Me he decepcionado a mí mismo”, “No puedo ponerme en marcha”, “Siento el peso del mundo sobre mis espaldas”, etc.
Haciendo (o con ganas de hacer): Llorar, nada, desaparecer.
Si te ha gustado este post tal vez te interese mi curso online sobre Inteligencia Emocional titulado “Gestionando emociones en familia desde los cimientos”. Pinchando aquí puedes consultar toda la información sobre el mismo. ¡Hasta pronto!
Artículo de Mónica Manrique profesora del curso online